lunes, 6 de mayo de 2013

Las deliciosas tortillas y ricos chumales para acompañar a un aromático café




Digna Hermelinda Tenezaca vende por 20 años tortillas, tamales, chumales y café.
Antes ofrecía almuerzos; su local estaba ubicado frente al Seguro Social, tenía una gran acogida, pero el paso del tiempo ha hecho que se enferme de diabetes, lo que le impide poder atender como antes.
He trabajado duro, lavando, limpiando casas, me dedicaba a cocinar para eventos y reuniones, había días que las instituciones hacían paseos y me iban llevando, allí llevaba todas las cosas para cocinar para decenas de personas.
 Los días lunes son los más agitados  porque es bueno comenzar la semana vendiendo el caldo de mocho, me levanto a las 5 de la mañana para lavar toda la menudencia y empezar a preparar tempranito, porque tengo que entregar de 15 a 20 platos al bus que va a la llantera con trabajadores.
De martes a domingo abro mi local aquí en las cinco esquinas desde las 8:00 de la mañana para empezar a preparar las tortillas, aunque el día anterior ya dejo todo listo y cierro a las 18:00.
Nunca me sobra nada, las personas a veces hacen fila esperando que estén las tortillas, algunas llevan  bastantes para mandar a Estados Unidos, otras vienen hacer los pedidos en  la mañana de  chumales o tortillas para que les entregue a las 17:00,  a veces aún no tengo ni el choclo comprado.
Ofrezco café con humas y tortillas, pero hay días que ni siquiera puedo preparar el café, porque las personas están esperando que le entregue los chumales, tortillas y no alcanzo a hacer nada. Cada tamal cuesta 0,50 centavos, las humitas son 0,40 centavos, las tortillas tres en un dólar, y el caldo de mocho cuesta 2,50 dólares.
 Mis clientes dando gracias a Dios me persiguen a donde vaya, son como mis hijos a donde me traslade me buscan para comprar. Hay días que las personas vienen a preguntar pasada las cinco de la tarde si tengo preparado algo, pero ya se me ha acabado todo, a veces se enojan porque he vendido todo, y yo solo les digo que vengan mañana más pronto.
Hay lugares donde venden más baratos, y la gente a veces me reclama porque yo subo de precio, pero yo les digo que yo preparo bien, con mi experiencia. Aparte de que los granos y otros productos han subido de valor, y no puedo mantenerme con los antiguos precios.
 Gracias a este trabajo he mantenido mi familia, porque mi esposo murió hace muchos años, yo les he dado educación y un buen hogar, tengo cuatro hijos, Juan, Wilson, Hernán y Cristian. Dos de ellos ahora trabajan y viven en La Troncal, si bien no quieren que siga en este negocio y me dicen que va a dar un patatús, yo no pienso dejarlo porque me gusta, me entretengo y converso con la gente.
Ahora la venta es poca solo para mis clientes fijos, pero este trabajo me ayuda para distraerme, hacer actividad física y no pasar sola. 
Soy una mujer trabajadora y aunque me gane la lotería lo seguiré siendo, eso es lo que les digo a todos. (XGS)

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